16 Abr Soporte psicológico en tratamiento del sobrepeso y la obesidad
Artículo de nuestra psicóloga Mª del Carmen Heredia Tudela.
Comenzaremos contextualizando….
¿Cuántas veces, a lo largo del día, acude usted al frigorífico? Cuando lo hace ¿realmente tiene sensación de apetito? ¿Cuáles son los alimentos que más está consumiendo?
Si bien es cierto que comer cumple una función fisiológica para la supervivencia y la
acción de alimentarse está íntimamente relacionada con el desarrollo corporal, intelectual
cognitivo del ser humano, la comida igualmente combina e interacciona de manera directa con aspectos socio-culturales, lo que podríamos definir como el aspecto antropológico y cultural de la alimentación.
Desde esta última perspectiva, evidenciamos que el acto de comer supone una
complicada red de pensamientos, actos y emociones con base social e influencia directa a nivel individual; cómo comemos, qué comemos, dónde comemos, todas las respuestas y fórmulas de actuación estarán estrictamente relacionadas con el tejido social y cultural en el que estemos inmersos desvirtuando o contraviniendo el hecho biológico de la alimentación en sí misma.
Siguiendo el hilo argumental de la perspectiva emocional en la ingesta alimentaria,
analizaremos el papel de las emociones y cómo las mismas están presentes en nuestras vidas.
Alimentación Cultural, Alimentación Emocional:
Hablemos sobre las emociones: podemos entender emoción como un complejo estado
afectivo, una reacción subjetiva que ocurre como resultado de cambios fisiológicos, psicológicos y/o ambientales que influyen sobre el pensamiento y la conducta.
Teniendo en cuenta dicha acepción, se pone de manifiesto que las emociones básicas
como la tristeza, la alegría, el miedo, la ira, la sorpresa y el asco están presentes en nuestro día a día; sin embargo en la actualidad, y debido al estado de alarma decretado por la crisis del COVID-19, la población está experimentando de manera generalizada y al unísono, reacciones psicológicas con alto nivel de malestar emocional, sentimientos de angustia y alteraciones comportamentales.
En esta vorágine de emociones, principalmente negativas por la situación imperante, la
ansiedad es la reacción que más presente está en nuestras vidas.
Si volviéramos a repetir las preguntas que les formulábamos al principio del documento:
¿Cuántas veces, a lo largo del día, acude usted al frigorífico? Cuando lo hace ¿realmente tiene sensación de apetito? ¿Cuáles son los alimentos que más está consumiendo?
Posiblemente la mayoría contestaríamos de manera similar: más de cinco veces, sin sensación de apetito y alimentos no del todo saludables en la mayoría de las ocasiones.
Y esto es así, el conglomerado de respuestas sería casi idénticas, porque uno de los principales síntomas de la ansiedad es el hambre emocional o lo que es lo mismo, tratar de disminuir la ansiedad que están sintiendo a través de una ingesta masiva- compulsiva de alimentos independientemente de que exista o no apetencia para ello.
Si a esto le unimos que cuando atravesamos épocas de grandes presiones y preocupaciones
aumenta la necesidad de ingerir alimentos poco saludables, nuestro control del
comportamiento alimentario se torna altamente inadecuado generando emociones negativas.
Me encuentro emocionalmente mal, como sin apetito… ¿Qué consecuencias puede
tener este comportamiento en mi estado?
Si analizamos gráficamente el comer emocional, podríamos claramente percibir que
está generado como un mecanismo circular en el que confluyen:
Vemos claramente cómo ante un estímulo activador y la aparición de ansiedad,
intentamos resolver esa emoción desagradable mediante la ingesta alimentaria de manera
inadecuada, compulsiva y descontrolada; esta acción crea una recompensa inmediata en
nuestro organismo que aplaca de manera momentánea el malestar. Tras dicho premio temporal, aparecerá nuevamente un intenso y férreo malestar con sentimientos de indefensión, fracaso, frustración dando lugar a sentimientos de culpabilidad, tristeza, ansiedad que volveremos a resolver comiendo compulsiva y desmesuradamente.
He detectado que mi comer sigue una línea emocional ¿Qué puedo hacer?
Si durante la lectura del presente documento se sienten identificados con lo aquí
expuesto, sería un buen inicio ya que habrán reconocido el problema y podrán comenzar a poner solución instaurando nuevos hábitos saludables rompiendo el “círculo vicioso” propuesto convirtiéndolo en virtuoso.
De este modo, debemos tener en cuenta que a la hora de reducir la presencia de esta condición en nuestro día a día, necesitamos de tres enfoques muy claros:
- Cambios en nuestros hábitos de vida.
- Mejora en la alimentación.
- Estrategias Psicológicas.
Dentro de las estrategias Psicológicas les presentamos 7 acciones que pueden llevar a cabo desde sus casas:
– Ser conscientes de cómo comemos (Cuánto, cómo, qué, dónde) para ello sería
importante, durante al menos dos días, escribir qué se come y el horario de las ingestas.
Incluir la columna de cómo me siento tras la comida y alternativas de respuesta a realizar
que sean incompatibles con el comer ( por ejemplo hacer deporte, salir de la cocina, no
comprar alimentos poco saludables..) – Con la información extraída se establecerá una nueva dinámica alimentaria y se expondrá en el frigorífico.
– Diferenciar entre hambre física y hambre emocional. Si al principio es complicado, esta
acción se llevará a cabo por horas es decir, realizar ingestas sólo en las “tomas”
socialmente establecidas (desayuno, media mañana, comida, merienda y cena) con las
dosis normativas.
– Aprender a demorar o posponer el comer hasta el momento que sea adecuado realizando
otras actividades. – Saber identificar nuestras emociones, pararnos a pensar en ellas e intentar responder a ellas y gestionarlas de manera diferente. Conecta con tu cuerpo.
– Aumentar actividades placenteras que no estén relacionadas con la comida.
– Técnicas de relajación.
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